La carne de caza es carne magra con menos grasa y rica en proteínas de buena calidad, sin embargo, esconde varios peligros detrás.
Uno de ellos es el plomo debido a la munición utilizada. Las balas contaminan la carne en la zona impactada y las partes cercanas por su fragmentación. La exposición crónica a este metal de los cazadores y su familia afecta al sistema nervioso central y es considerado un probable carcinogénico para las personas. Afecta especialmente a niños y mujeres embarazadas por lo que se recomienda que estos casos no se consuma la carne de caza.
En el caso del resto de personas, para minimizar el riesgo por plomo se recomienda quitar las partes dañadas por el impacto y la carne decolorada o con restos de suciedad (tierra, hierba…). Nunca laves la carne antes de eliminar estas partes ya que de lo contrario se extendería la contaminación por plomo a toda la pieza. Además, si vas a picar la carne limpia la picadora entre una pieza y otra. Tampoco es recomendable utilizar como medio de conservación el escabeche por su contenido en vinagre.
Pero el plomo no es el único peligro. Otro de los grandes riesgos de su consumo es el contagio de enfermedades por la presencia de bacterias o parásitos. Las más comunes son la triquinelosis y la tularemia.
La triquinelosis se contagia por el consumo de carne cruda o poco cocinada infectada con el parásito triquina. Algunos animales portadores son los cerdos, jabalíes, zorros y caballos. Por su parte, la tularemia es transmitida por liebres y conejos y sus efectos pueden llegar a ser mortales.
No obstante, hay muchas enfermedades más susceptibles de ser transmitidas como el botulismo, la toxoplasmosis, la tuberculosis o la clamidiasis.
Esta es la razón por la que toda la carne de caza debe ser sometida a inspección veterinaria antes de consumirla.